sábado, 8 de agosto de 2009

Hice una carcajada limpia para mis adentros, alegrándome del placer ajeno y burlándome de mi desventura mientras mis pasos me llevaban por inercia al urinario entre gemidos y pensamientos obscenos. Después, me acabé de un trago la mediana y le pedí a Isaias la última antes de pagar y salir de aquel garito. Fuera había una chica dándole voces a un teléfono móvil, creo que reclamaba una asistencia en carretera que nunca llegó. Escuchándola no entendí como cualquiera se atrevía a hacerle un feo a Doña furias que, para que negarlo, esos pantalones seducían por si solos a más de uno.
Mientras me fumaba un cigarrillo en la puerta pensé “es la chica del lavabo”. Señalándole la pieza del capó abierto me acerqué a ella con el cigarro en la boca.
-Tienes que pinzar esto y que te den batería, se te ha clavado el coche porque has agotado la batería- dije suave presintiendo cualquier respuesta ensordecedora.
-¿Qué te crees? ¿David Hasselhoff?
-Bueno, tú verás, bonita, pero el coche no va a arrancar a golpes, le respondí riendo. Hubo un silencio largo y dejé correr el desagradable momento echándole una mano. -Oye…siento la interrupción antes en el lavabo.
-No te preocupes, no has interrumpido mucho. Por lo visto después de un tiempo en la cárcel todos salen como toros a la plaza y no se preocupan mucho en hacer las cosas bien.... Ya sabes, aquí te pillo… pero antes que matar, mueren. No soy la típica que va con ex presidiarios, pero mira, el chico es alumno de mi madre, quiere hacer un esfuerzo. En fin…
-Ehmm… si, bueno… -Dije desconcertado por el exceso de información que me producía su soliloquio en esas circunstancias. Iba a irme pero no estaba seguro de si ella sabría solucionar el problema, así que en vez de preguntarle, con el posible riesgo de que la chica con carácter se sintiera ofendida, decidí hacer un acto caballeroso que eso, al menos antaño, siempre quedaba bien.
- Pero ¿vas a arreglarlo porque sabes como hacerlo, o porque eres pesado y vas de manitas?
Quería responderle pero se me perdieron las palabras, como si de pronto me eclipsara una especie de amnesia momentánea o lagunas mentales abrumando mi memoria. Fue entonces cuando se me escapó una sonrisa que desvelaba simpatías. Era extraña... nunca había conocido a nadie estúpida y encantadora a la vez.
Seguí con los dichosos cables, y es que aquella chica tenía un coche con más años que la tumbona de mi abuela pero el asunto era arrancarlo de una vez por todas.

Aquella mañana sin entender muy bien porqué me había sentido pasivo y esa sensación me provocó un estado de ánimo extraño todo el día. No pensaba, al despertar, que pasada la medianoche me encontraría pringándome las manos de aceite y grasa por arreglar un coche que era tan viejo como lejano me resultaba a mi. Un peugeot 205 el cual no podía conducir, pero los caprichos del destino no admiten respuesta y, aunque para esos caprichos debe permanecerse atento, no era precisamente ése mi fuerte. Toda mi vida he perdido trenes; más de los figurados que de los literales.